LA «CAZA DE BRUJAS», UNA MATANZA DE MUJERES QUE OLVIDA LA HISTORIA.

LA «CAZA DE BRUJAS», UNA MATANZA DE MUJERES QUE OLVIDA LA HISTORIA.

En el año 1478, terminando ya la Edad Media y comenzando el Renacimiento, el papa Sixto IV instituyó la llamada «Santa Inquisición», primero en España y pronto, extendiéndose a toda Europa. Con ella, se pretendía luchar contra las herejías, doctrinas religiosas que se situaban fuera de la ortodoxia de la Iglesia Católica Romana, además de vigilar a los supuestos conversos judíos y musulmanes, nuevos cristianos, que habían sido forzados a hacerse cristianos so pena de exilio o muerte.

Pero en 1486, dos monjes dominicos llamados Kramer y Sprenger, publicaron un nefasto libro titulado «Maellus Maleficarum» que significa «Martillo de Brujas». Gracias a la reciente invención de la imprenta por Gutemberg, esta obra se extendió pronto por todo el continente, siendo la obra de referencia sobre la que se asentó un triste periodo de la historia llamado «Caza de Brujas», que abarcó unos 300 años. Miles de mujeres fueron acusadas de brujería y pacto con el diablo, torturadas cruelmente y muchas quemadas en la hoguera.

Eran tiempos de ignorancia y superstición. La Iglesia Católica amenazaba con las penas del Infierno donde reinaba Satanás con todos sus demonios. El miedo al diablo era algo firmemente asentado en las mentes de los clérigos y laicos, que temían toda clase de maldiciones y sortilegios que podrían causarles enfermedades y ruina, e incluso la muerte.

Para remacharlo aun más, el papa Inocencio III ,  que reinaba por aquella época, proclamó en la bula » Summis Desiderantis Affectibus» que las brujas existían realmente y no eran un cuento para asustar a los niños.

Pasó totalmente por alto, e ignoró, que ya en el año 906, el «Cannon Episcopi», es decir, el canon de los obispos, había declarado que la creencia en brujas y en pactos con el diablo era mera superstición perniciosa y una herejía. Es decir, que la Iglesia se contradecía a ella misma, pero eso no se tuvo en cuenta.

El nefasto libro de los frailes, argumentaba que las mujeres «por su naturaleza más débil e inferior intelecto que el hombre» eran mucho más propensas a las tentaciones, como le pasó a Eva. Los frailes dominicos, autores de esta obra, añadían que los vicios de las mujeres más importantes eran la infidelidad, la ambición y la lujuria.

Por entonces hubo una era de malas cosechas y enfermedades, plagas en los animales y en las personas, debido a la mala higiene y pobre alimentación. La mortalidad infantil era muy elevada.

Las gentes estaban molestas con la Iglesia, pues a pesar de que acudían a los oficios religiosos y pagaban los diezmos, parecía que Dios no se acordaba de ellos. Por otra parte, el gremio de los «galenos» (médicos y barberos) empezaban a estar hartos de la competencia de un grupo de mujeres que se dedicaban a curar con hierbas y ungüentos, a asistir a los partos, a elaborar potingues para la belleza y filtros de amor, muy demandados.

Estas mujeres solían ser de edad avanzada, viudas o solteras, muchas sin hijos. Generalmente vivían algo apartadas de los núcleos de población, cerca de bosques o montañas donde buscaban sus hierbas y plantas para elaborar sus potingues.

Eran pues, víctimas fáciles de acusar pues no tenían medios para defenderse con influencias y abogados de prestigio. En el periodo entre 1450 y 1750, se calcula que más de 100.000 mujeres murieron acusadas de brujería y pactos con el diablo. Los autores más moderados hablan de unas 60.000 mientras que otros llegan a los dos millones, creo que exageradamente. Podemos aceptar que entre las que murieron en las mazmorras, bajo tortura, suicidándose por el pánico de ser quemadas, o ejecutadas en la hoguera, podrían llegar a las 200.000.

Aunque algunos hombres también fueron acusados de brujería, las mujeres constituían un 80% de los arrestos, mientras que fueron entre un 85% y un 90% de las personas ejecutadas. Naturalmente, todos los tribunales civiles y eclesiásticos, estaban constituidos por varones.

La mayoría de las veces, los tribunales se remitían como soporte legal a un versículo de la Biblia (Éxodo 22.17) que dice «A los hechiceros no los dejarás vivir»

Tal era la misoginia que reinaba entonces que cuando Martín Lutero tradujo la Biblia al alemán (antes solo se podía leer en latín) cambió el género de este versículo y escribió «A las hechiceras no las dejarás vivir». Ese cambio dio alas a la masacre principalmente de mujeres.

La mayor persecución se produjo entre 1550 y 1650. Las iglesias, tanto Católica como Protestantes, asumieron totalmente que Satanás pretendía eliminar la cristiandad mediante pactos con las brujas, y las acusaban de matar niños y devorarlos, de causar plagas en los campos y animales, de provocar infertilidad a las mujeres e impotencia a los hombres, de atraer las tormentas, en fin, de todo mal que pudiera acaecer.

Martín Lutero, en una prédica el día 6 de Mayo de 1526, afirmó cinco veces en el discurso, que «Es una ley muy justa que las brujas sean ejecutadas»

Por el lado del catolicismo se afirmaba que » No creer en brujas ya era en sí mismo una herejía digna de morir en la hoguera»

Donde más ejecuciones se produjeron fue en Francia y Alemania. En Francia, un juez llamado Jean Bodin escribió un libro titulado «De Demonomanie des Sorciers» donde detallaba los delitos que cometían las brujas a saber: Maldecir a Dios, adorar al diablo, matar a sus propios hijos, incesto, asesinar infantes y adultos para comérselos, desenterrar muertos para hacer bebedizos con sus partes, envenenar, hechizar, matar ganado, arruinar cosechas y copular con el propio diablo. Como vemos, toda una locura que las gentes aceptaban totalmente, incluidas las clases dirigentes

Estas mujeres se transmitían los conocimientos de plantas y potingues de madres a hijas. La propaganda las presentaba como viejas desdentadas, narigudas y siniestras vestidas de negro, con gran sombrero picudo, montando escobas en vuelo y rodeadas en sus antros de búhos, gatos negros, cuervos, arañas y serpientes. Una imagen que ha llegado hasta hoy a través de libros y películas.

La detención y torturas empezaban con una simple denuncia anónima de vecinos rencorosos o deudores. La tortura era legal y gracias a ella, las victimas confesaban todo lo que sus interrogadores querían, para dejar de sentir dolor. Así, contaban y relataban los aquelarres que los mismos jueces iban induciendo, ratificando todo aquello que les proponían, como matar niños, adorar al diablo, etc.

Las acusaciones de antropofagia, adorar al diablo y producir pestes, son las típicas que se usaban para calumniar a los colectivos que se pretenden eliminar. Ya las usaron los romanos contra los cristianos, y se han usado contra los judíos.

Para los poderes establecidos, culpar a las brujas de todos los males, era doblemente provechoso. Por una parte se les achacaban los fracasos del gobierno e incluso las derrotas en las guerras, por otra parte se reprimía a las mujeres para que no reivindicaran sus derechos. Cualquier mujer que no se mostrase sumisa ante los hombres y muy religiosa, podía ser acusada de bruja y acabar en la hoguera.

En las celdas eran violadas por los carceleros brutalmente y si denunciaban, se achacaban las heridas al diablo, nadie creía en ellas. La última bruja asesinada lo fue tan tradíamente como en 1836 (sigloXIX) en Polonia, país fuertemente católico. Una mujer del campo fue atada y echada a un pozo acusada de bruja. Como no se hundía, los ejecutores la empujaron al fondo.

En Italia y España las persecuciones de brujas fueron leves porque las autoridades comprendieron que aquellos delitos eran meras fantasías, y estaban más preocupados por los verdaderos herejes; pero en Zurragamurdi, en el Pirineo navarro hubo en 1608 un juicio y ejecución de brujas por las denuncias contra una tal María de Ximilguegui acusada de hechicera. Torturada, confesó que realizaba aquelarres con varios convecinos. Fueron quemadas unas 25 personas hasta que se impuso la cordura.

Cuando terminó la persecución, el carácter de las mujeres europeas se retrajo en todos los terrenos, tomando los varones total posesión de sus destinos, reprimiéndolas moral, física y sexualmente, hasta bien entrado el siglo XX.

Sirva este artículo como homenaje humilde a todas esas mujeres que fueron asesinadas cruelmente, acusadas en falso de ser aliadas del diablo.